domingo, 25 de marzo de 2018

Llegada a París (Lunes 8 de Enero de 2018)

Ya en el avión, Latam estrenaba menú (1 plato vegetariano -gnocci de mandioca con hongos-, 1 plato internacional, 1 local del punto de embarque). A la mañana siguiente desayunamos wafles con dulce de leche y naranja. 
Nos había puesto de mal humor la tardía e injustificada cancelación de nuestra reserva en el Appart In Cité Trevisé. El tema de las azafatas rociándonos con un aerosol desinfectante antes de llegar a París no mejoró mucho el ambiente; tampoco la lentitud del sector migraciones del aeropuerto. Una vez que tomamos un taxi oficial, el asunto empezó a mejorar. Vimos a los inmigrantes mendigando en la autopista, pero también al legendario Stade de France. Todos los parisinos con los que tratamos fueron, en mayor o menor medida, amables y colaborativos (y toleraron nuestro inglés). Llegamos al Hotel du Jura (Rue Jarry 6), reservado a último momento y que tenía pésimos comentario en tripadvisor. La escalera caracol era una dificultad para el equipaje, pero el resto nos pareció bien para un hotel económico.
Nos alojabamos en el 10th arrondisemment38th quartier, cerca de la  Porte Saint-Denis, un barrio multicultural y multiétnico (doy fe) que la red anunciaba como peligroso (no coincido; estuvimos alertas pero nada nos sucedió y el ambiente era muy festivo y agradable). Estabamos próximos a la gran estación Strasbourg-Sant Denis pero más cerca aún de la de Château d'Eau.Retiramos Paris Museum Pass (amortizada enseguida de los cinco días válidos) de la oficina de turismo. Comimos por la calle crepes con azúcar (no encontré crêpes Suzette, como deseaba el Dr. Smith en Lost in Space) y panini con queso y pollo. Algo cansados, sólo hicimos un paseo de reconocimiento, caminando por el Jardín de las Tullerías, Plaza Concorde (con su Noria) y vimos a lo lejos la Torre Eiffel.

( Pueden encontrar las fotos correspondientes en mi cuenta de INSTAGRAM  @elviajeroinvernal )

sábado, 17 de marzo de 2018

"Siempre nos quedará París"

"Next time I'll paint pictures / La próxima vez pintaré cuadros
Like a real Van Gogh / como un verdadero Van Gogh
Wear little black hats / usaré pequeños sombreros negros
Hang my cigarettes so low / sostendré mis cigarrillos tan bajos
Sit in French cafes / me sentaré en cafés franceses
Drinking French Pernod / bebiendo Pernod francés
Next time gigolo / la próxima vez, seré gigoló
Next time we go / próxima vez, aquí vamos..."
Boy George, Next time

Nunca había reflexionado acerca de cómo adquiere uno la imagen a priori de un lugar; por ejemplo, París.

Si bien he encontrado referencias a la asociación de cigüeñas y bebés en países de habla inglesa, la referencia a que los traen desde París es más clara en países de habla hispana y, doy fe, totalmente difundida en Argentina.

Ni hablar en Buenos Aires, la pequeña París latinoamericana, rediseñada urbanísticamente ad hoc a fines del siglo XIX; su aire se respira en Avenida de Mayo y sectores de La Recoleta. No asombra que ese sea el destino de la protagonista de la popular canción infantil "Manuelita" (devenida película de animación en 1999).

En mi caso particular, mi primer contacto con lo francés fue a través de una revista de prospectiva del Ministerio de Planificación de la Provincia de Buenos Aires (no pregunten) a fines de los setentas. Los trenes locales de alta velocidad eran para mí de lo más futurístico que pudiera concebir en ese momento.

Dando un salto a 1983, fue caminando recientemente por París (pasando frente al Olimpia) que me dí cuenta cuánto había influido en mi idea previa de la ciudad el relato de los exiliados y viajeros que retornaban (Susana Rinaldi, Mercedes Sosa, Pino Solanas -una película completa al respecto-, Cortazar).


Naturalmente al entrar en la Universidad, inspirándose la carrera de Historia en el modelo francés (y la escuela de Annales y muchas destacadas corrientes e historiadores) y más recientemente los relatos de un amigo que se doctoró en la Sorbona, todo esto se unió para crear en mí una imagen idealizada que, por suerte, no llegó a convertirse en un Síndrome de París

Quiero dar un opinión general (muy superficial, obviamente) de la idiosincrasia parisina y luego destacar lo que más me gustó a mí.

Creo que a los parisinos les interesa poco la opinión del resto del mundo o las tendencias foráneas. Fuman mucho (tabaco, electrónico y otros) y las dietas bajas en carbohidratos y grasas (ni hablar de lácteos, cientos de quesos) les resultan indiferentes.

Privarse del alcohol (vino y sucedáneos), no digamos disparates. Las cadenas de cines o librerías... existen, pero también perviven las tradicionales pequeñas salas con programa estilo cinemateca, los negocios de alquiler de películas de autor y ni hablar de las librerías  independientes tradicionales. 

Me gustaron los puestos de diarios, las muy coloridas y pobladas florerías y la profusión de pattiseries y boulageries (Macron hacía campaña para que la baguette fuera declarada patrimonio por la UNESCO). Me gustó también la relación con el mundo latino (estaba en cartel El Presidente de Darín y un par de obras de teatro de autores argentinos). El subterráneo es excelente, en extensión y frecuencia. Sobre todo, me encantó la disposición de las sillas y mesas en los bares orientadas hacia la calle (muy flanner / flâneur).  Mirando la vida.













Francia e Inglaterra, Grandeza y Herencia

Creo que todos nos creemos especiales y protagonistas de nuestra propia película (mientras los demás creen lo mismo y nos creen actores secundarios de las suyas). Algo parecido creen los países; que todos son especiales, pero que el propio es más especial que el de los demás. Y yo pienso que los nombres que se eligen para nombrar esa "especialidad" dicen mucho; no es lo mismo la excepcionalidad argentina (una condición permanente, "Estamos condenados al éxito") que el destino manifiesto estadounidense (algo que apunta siempre al futuro). Luego de una breve visita a Inglaterra, yo me animaría a decir que para los ingleses lo más importante es la herencia (algo que pertenence al pasado) salvaguardado por instituciones como la English Heritage o el National Trust, pero hecho carne en los propios ingleses. Mientras recorría algunos lugares, leía "Notas desde una pequeña isla" de Bill Bryson (lo recomiendo) quien reflexiona acerca de cómo desarmar un imperio con gracia. Es como si lo hicieran disimulando y con control de daños, en un estilo "aquí no se ha roto nada", resguardando la dignidad y el amor propio. 
En el caso francés, la búsqueda de este concepto me resultó mucho más sencilla; la grandeza (nuevamente lo permanente) ha sido siempre destacada por sus grandes líderes: "Francia no puede ser Francia sin su grandeza." Charles de Gaulle. "Existe un pacto veinte veces secular entre la grandeza de Francia y la libertad del mundo." François Miterrand. Esta convicción algo anacrónica, naturalmente, acarrea el riesgo de sufrir la burla (hasta existe un término para ello, French Bashing). La relación amor-odio entre ambos países ha sido célebre, desde Guillermo el Conquistador hasta la Segunda Guerra Mundial, pasando por la Guerra de los Cien Años. Y esto continúa hoy día, los franceses recibiendo inmigración a partir de su grandeza y los ingleses limitándola para conservar su herencia, May y Macron reuniéndose para evitar que vuelva a formar la jungla de Calais. Más allá de los matices, lo que me gustaría destacar es que más allá de no estar más en los primeros  puestos de poder mundial, conservan ambos una calidad notable, palpable en obras de La Défense o The City/Canary Wharf, y naturalmente, el Eurotunnel que reafirma lo que siempre los unirá.


domingo, 11 de marzo de 2018

Peculiaridades del Turismo Cultural

Viendo ceremonias de los scouts, siempre me llamó la atención el tema de que tomaran "el camino más largo" al ir a izar o arriar la bandera. Es evidentemente contra el sentido común, por lo cual sentí que algo de sabiduría habría allí...

En mi más reciente viaje tuvimos que enfrentar la planificación de nuestras visitas a Londres y París. Saskia Sassen sostuvo hace ya décadas que hay sólo cuatro "ciudades globales" en el mundo (las dos mencionadas más Tokio y New York). Es decir que para alguien que disfrute el turismo cultural (entre otras variantes) se nos planteaba un enorme desafío.

Sostiene inteligentemente National Geographic que debemos ser viajeros geo-conscientes, que debemos viajar con los ojos abiertos. Siguiendo esa consigna y mientras íbamos cumpliendo el itinerario que nos habíamos fijado (y a la vez dejándonos sorprender y relajándonos cada vez más), comencé a reflexionar acerca de lo que estaba viviendo; cuánto está preparado ad hoc para el turista, cuánto es cartón pintado y de cuánto de lo que no sólo percibimos una pátina superficial porque no comprendemos en profundidad esa cultura.

He vivido toda mi vida en Buenos Aires, la cual no será una "ciudad global" pero es sin duda una megalópolis. El cosmopolitismo parisino o londinense no me sorprende; más allá de las maravillas que detallaré en futuras notas acerca de estas dos bellas ciudades, si uno intenta enfocarse en la cultura popular y entender cómo vive realmente la gente y cuáles son sus peculiaridades, ésto se dificulta. 

Es algo más perceptible si uno se dirige hacia el interior de los países y sus pequeños poblados, pero aún allí, no importa las lecturas previas que uno haya hecho, quedarse hasta tarde viendo sus programas de televisión, leer sus diarios o contar con intérpretes locales, sigue siendo siempre una comprensión muy liviana y coyuntural. 

Naturalmente, cuanto más tiempo uno permanece, más absorbe y entiende. En síntesis, en mi opinión el turismo cultural no deja de ser un atajo (y un atajo es mejor que nada, obviamente). 

Pero finalmente creo que los scouts tienen toda la razón; para llegar a algún, el mejor camino a tomar es el más largo :-) 

Conectarse o no conectarse, he aquí cuestión (2da parte)

Como sostuve en una nota anterior, mi consejo es DESCONECTARSE lo más posible. Eso no quiere decir que no existan circunstancias particulares que lo requieran y razones atendibles.

Estaba conforme con lo que había hecho en mi viaje anterior (sin plan especial de la empresa proveedora, sin tarjeta SIM comprada, descarga de datos deliberadamente bloqueada, sólo WiFi gratis donde pudiese usarlo). Había cuatro situaciones que me hacían dudar. Tres de ellas se probaron infundadas. 

En primer término, temía que fuese necesario y útil por mi incapacidad de comunicarme en francés el contar con un intérprete online siempre disponible. No fue necesario; todos los lugares relacionados con turismo aceptaban el inglés de buen modo como medio de comunicación.

Por otra parte, si bien había descargado previamente en Google Maps los mapas de destino para la ruta, dudaba de que pudiera usarlos para orientarme en las calles de las ciudades. Si bien no me guiaron oralmente, los mapas estaban allí y se usaron.

Además, tenía en cierto momento que encontrarme con otra gente (que contaba con planes telefónicos válidos) a una hora y en un lugar específico. Cualquier problema que surgiera ya en camino, no podían comunicármelo. Afortunadamente, nada imprevisto sucedió.

Pero finalmente hubo una necesidad de conexión que no pude superar. Sorprenderá a muchos, pero hay gente (mayor y a veces incluso con problemas de movilidad) que depende de teléfonos de línea y para las que Whatsapp no es solución.

No soy smartphone friendly y menos SIM friendly. Mi teléfono cuenta con un doble deck pero no sabía bien como usarlo, aunque alguien me dijo que podía tener dos líneas, la original y la SIM agregada en el exterior, funcionando a la vez y optando entre ellas. No sé si era mi caso, no me molesté en averiguar tampoco.

Eventualmente me decidí a enfrentar la situación y entré en París a un negocio ad hoc; me preguntaron si lo quería para descargar datos o para hablar (confirme que era para esto último). El vendedor desapareció por el fondo del local y volvió minutos más tarde con mi SIM original en la yema de un dedo. Pagué los pocos euros y me fui inseguro, sobre todo porque pregunté si también iba a servirme en Inglaterra y me contestó "No, sólo en Europa" (eso sí que fue un Brexit relámpago).

Conseguir WiFi gratis en comercios es un arte, en el que a veces hay que llenar planillas de datos, que incluso piden un número local. Ese fue un beneficio no buscado que logré en forma instantánea. Una yapa, como decimos en Argentina.

Sin embargo, salimos del Eurotunnel y un mensaje de texto me anunciaba que ya contaba con un número local con prefijo internacional inglés. Y si bien me pedían que hiciera una confirmación por SMS que nunca logré realizar y eso acarreaba cambios semanales del número, éste funcionó por semanas (posiblemente hasta agotar el saldo), a pesar del mal augurio continental.